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Gona Rubian Ranesa (2020) por Reynols

Luego de muchos años, por lo menos desde su famosa Sinfonía para 10.000 pollos (2000), no se escuchaba a esta banda de culto. Los Reynols practican un rock experimental y psicodélico muy noise. Sus integrantes son los hermanos Conlazo (Rob y Pacu), Anla Courtis y con el liderazgo de Miguel Tomasin, un baterista con síndrome de Down, que también es el vocalista y ejecuta el órgano.

Gona Rubian Ranesa (2020) mantiene y potencia, si aún cabe, la libertad creativa que siempre caracterizó a la banda. Es un álbum hipnótico, cautivante, con una producción y mezcla muy buena realizada en Buenos Aires y una masterización hecha en Oslo también muy cuidada.

Cameso Cator Sitero y Linitri Teperoli son dos verdaderas joyas y podríamos calificarlas como piezas de arte conceptual en estado puro (la primera mucho más rockera y con citas a Beethoven y la segunda, más calma y con citas a J.S.Bach). Por su parte, Corlo Saturu mantiene el ritmo hipnótico de las otras dos pero con una minimalismo abrazador y apabullante y con un estilo dronespace muy estilizado.

Impresionante vuelta al ruedo de una de las bandas de culto más misteriosa, experimental y creativa de la escena contemporánea.

N. Patricio Reyes C.

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Kubero Díaz

La música de Kubero es, para mí, una cuestión de culto. Supongo que será compartido por algunos pocos fans que andan por ahí, desperdigados en este o en cualquier otro planeta. Previsiblemente, dentro de algunas décadas, algún musicólogo dirá: «¡Mierda! ¿Cómo puede ser que semejante compositor haya pasado desapercibido?» Y vendrán los tributos y homenajes y quizás alguna de esas espantosas estatuas de bronce con que la indignidad de la historia suele expiar culpas. Creo que no me equivoco si digo que el disco de Kubero con La pesada (1973) está al nivel de Manal (1970), Artaud (1973) de Pescado o el Volumen 2 (1972) de Pappo, todas obras señeras de la época, aunque sea infinitamente menos conocido.

Trout Mask Replica (1969)

Si tuviéramos que confirmar el axioma que el éxito comercial es inversamente proporcional a la calidad e influencia de ciertas obras de arte, este álbum de Captain Beefheart debería figurar como su evidencia más palpable. La evidencia número uno.

Dejemos las alabanzas unánimes de los críticos o de los grupúsculos de seguidores devotos de este álbum y del mejor Van Vliet. Escuchemos. Solo escuchemos. En mi opinión, si en la historia de Roma hubo un Rubicón, en la historia del rock también lo hubo y se llama Trout Mask Replica. Frank Zappa, amigo de Van Vliet, fue el productor de esta obra maestra. Zappa, quién si no.

N. Patricio Reyes

Myriapoda (2018) por Janne Nummela

Nummela (n. en 1973) es un artista plástico, poeta y músico finlandés. Estudió acústica en la Universidad de Tecnología de Helsinki y composición asistida por computadora en la Academia Sibelius.

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Janne Nummela. Foto: Juha Hamalainen

Sus pinturas se aproximan al tachismo aunque él toma como referencia la técnica del ebru, una técnica de tradicional turca de pintura al agua sobre el papel. Lo que se puede ver en su blog son pinturas donde abundan colores vivos, de figuras en general abstractas con mucha resonancia lírica y poética.

Myriapoda (2018), que en latín sería «ciempiés» es su último álbum. Su música es electrónica, experimental y con importantes caudales de imaginación, lirismo y creatividad. Sus composiciones las trabaja en el entorno Max/MSP. Nummela es un artista integral al que no habrá que perder de vista porque al sentido de innovación y destreza técnica le añade un claro y profundo sentido poético.

N. Patricio Reyes C.

Dvanov por Dvanov

Esta banda de San Petersburgo formada recientemente (2015) conjuga una estética fascinante: un pop-rock oscuro y poético, algo de folk ruso, experimentalismo, unos arreglos propios del rock progresivo y el art rock y una voz femenina tan melodiosa como penetrante. Su último álbum (Дванов, 2018) lleva por título el mismo nombre del grupo y es un verdadero lujo para los oídos.

Chapterhouse, un clásico del shoegaze

 

Los casi desconocidos Chapterhouse no hicieron mucho, pero lo poco que hicieron lo hicieron estupendamente bien. Whirpool (1991) es su mejor álbum. Buenas voces, sonido potente, guitarras distorsionadas. A medio camino entre el rock sinfónico y el dream pop, creo que juntan lo mejor de ambos barrios. Cada tanto me paso por allí y me quedo mirando las nubes o mis zapatos que, Chapterhouse mediante, vienen a ser lo mismo.

N. Patricio Reyes C.

Cosodorokitsune de Shojoskip

Junto con My Dead Girlfriend y Asobi Seksu Citrus! ¡Qué álbum!) creo que es lo mejor del pop post-rock, en su vertiente shoegaze, de los últimos años. Esas guitarras minimalistas e hipnóticas a veces me parecen una cita directa de los Velvet Underground.

Cosodorokitsune (2012), un álbum exquisito.

1. Reciting Dawn After the Bonfire 0:00
2. Glory of the Snow 5:56
3. Kamome 10:10
4. Arisu 19:48
5. Light & Delight 26:15
6. Mitsubachi 32:42
7. Newspaper 36:23
8. Tedukurinotori 40:59
9. Makura 45:26
10. Calmly 53:38
11. Faba Bean Thought To Be Abstract 59:35

Original audio quality: 320 kbps

Desamor, de Poulenc a Björk

Ayer, sábado 4 de noviembre de 2017, asistí a una bellísima ópera de cámara en La Cúpula del CCK, «La Voix humaine» (1959) de Francis Poulenc con libreto de Jean Cocteau y basada en la obra de teatro homónima de este último. La mezzo Vera Cirkovic realmente se lució tanto a nivel vocal como actoral en una obra donde la interacción corporal con el aparato telefónico y los almohadones -lo duro y lo blando- hizo que lo minimalista de la puesta (la régie estuvo a cargo de un lúcido Alejandro Cervera) potenciara la obra al máximo. Nunca mejor dicha la afirmación propia de los diseñadores gráficos «Menos es más». El pianista griego Dimitri Vassilakis merece palabra aparte. Además de una perfecta interpretación (para comparar solo basta un par de clics en youtube) se notaba una absoluta integración con la parte vocal-actoral. Un verdadero lujo haber escuchado a este excelente pianista.

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La mezzosoprano Vera Cirkovic en «La Voix humaine» (1959) de Francis Poulenc

La obra que habla del desamor nace del desamor. Cuando el parisino Francis Poulenc tiene en 1957 una ruptura amorosa con Louis Gautier (un joven soldado) decide musicalizar una obra de teatro de su amigo Cocteau que había sido estrenada en 1930. «La voz humana» es un dramático monólogo de una mujer al teléfono hablando con su amante quien la abandona por otra mujer. La pieza le venía como anillo al dedo al compositor quien ya venía vapuleado en términos amatorios: En los brazos del soldado Louis Gautier había encontrado algo de solaz luego de la muerte de su amante Raymond Destouches en 1955.

Cuando Poulenc termina su composición para soprano y piano (escrita para ser interpretada por la cantante Denise Duval) Cocteau queda maravillado. La obra se estrena en París en febrero de 1959.

La pieza es desgarradora y es imposible no sentirse identificado con la protagonista. Me hizo acordar al último y uno de los mejores trabajos de Björk, Vulnicura (2015), un álbum también nacido del desamor y la ruptura de la gran creativa islandesa con su amante. Y sobre todo de la fantástica (en el doble sentido: de buenísima y de fantasy en su video musical) Notget. Asimismo se agolpaban en mi pequeño cerebro millones de otras piezas musicales y literarias con la misma temática, pero NotgetFragmentos de un discurso amoroso de Barthes (el referido al amante y el teléfono, La espera) fueron las que acudían con más fuerza.

Ya sabemos que el «mal de amores», las rupturas amorosas y los vericuetos dolorosos del amor forman parte del paisaje habitual de los artistas y creadores que nos proporcionan al resto de los mortales una guía, una cartografía sublimada y consoladora al susurrarnos al oído: «Recuerda…no estás solo/a en este barco». En el momento del naufragio esas palabras nos sabrán a poco, pero luego de habernos agarrado al madero, en medio del brutal oleaje y llegar a alguna isla (si es que llegamos) podremos recordarlas y agradecerlas.


N. Patricio Reyes C.